La soberanía alimentaria significa defender nuestro derecho a un ambiente sano

Una mirada desde la perspectiva de la niñez y las juventudes mexicanas

¿Alguna vez habías escuchado el concepto de soberanía alimentaria? ¿De dónde viene todo lo que comes? ¿Quién lo produce? ¿Cuál es el papel de las juventudes y niñez en estos temas?

La soberanía alimentaria es el derecho que tienen todos los pueblos a decidir cómo producen, comercializan y consumen la comida. Este derecho garantiza que la población disponga de métodos y productos alimentarios inocuos, nutritivos y ecológicamente sustentables.

Para que los pueblos alcancen la soberanía alimentaria entonces los sistemas alimentarios actuales deben cambiar por completo, por lo que se requiere la participación de todas y todos. Esto es espacialmente importante para México, ya que la población rural representa el 23% de la población total mexicana. La población y las zonas urbanas van en aumento, los índices de desigualdad son altos y la pobreza, la malnutrición y el hambre siguen presentes por lo que es crucial que el sistema alimentario pueda satisfacer las necesidades de todas y de todos de manera sustentable, procurando la salud, la integridad y la economía, así como la preservación de la agrobiodiversidad y el ambiente.

Uno de los grandes retos de la soberanía alimentaria para México es el sistema alimentario actual, el cual proviene de la industria y la mercantilización de la agricultura. En este sistema, las campesinas y los campesinos, que dependen principalmente de la agricultura para obtener ingresos, han sido ampliamente discriminados. Su acceso a la tierra y a los recursos naturales es limitado, mientras se impide el acceso a los mercados locales puesto que los alimentos importados y subvencionados tienen preferencia. Las comunidades rurales son fundamentales para México dada su extensa agrobiodiversidad, su rica cultura gastronómica y su importante patrimonio biocultural. Su conocimiento es amplio y significativo para la producción sustentable de alimentos en el país. No podemos ignorar la discriminación y la opresión que han sufrido las personas campesinas, debemos cuestionar y criticar el sistema alimentario en el que vivimos. Un México sin maíz no sería México, entonces, ¿qué sería de México sin sus campesinos?

La niñez y la juventud son pieza clave en la permanencia de la diversidad biológica y en la lucha por una soberanía alimentaria.

Un México sin maíz no sería México, entonces ¿Qué sería México sin los campesinos? La niñez y las juventudes mexicanas nos enfrentamos a muchos desafíos para poder tener seguridad y soberanía alimentaria y uno de los más grandes problemas es que las personas están abandonando los campos de cultivo. Y no es que el campo sea aburrido o que a las juventudes nos dé pereza trabajar, es mucho más complejo que eso, déjame contarte brevemente.

Si bien, el problema principal es el sistema alimentario industrial, otro factor que nos limita es la degradación ambiental, el cambio climático y los escenarios futuros poco alentadores. Esta degradación deriva, en parte, de la agricultura industrial que se caracteriza por ser extractiva, incorpora especies híbridas y transgénicas, produce invasión cultural y enfermedades, contamina el suelo, el agua, el aire, los sectores productivos y los campos naturales. Es claro que, sin suelo, sin agua o sin diversidad biológica no habrá soberanía alimentaria, por lo que hay que proteger la agrobiodiversidad. Esta es una prueba de que debemos coexistir de manera positiva con la naturaleza.

La devaluación de la vida campesina y la urbanización han motivado a las juventudes a migrar a las ciudades, dejando la agricultura sin recambio generacional. Pero la solución no es intentar retener a las juventudes y a la niñez en el campo sin un cambio estructural, pues no sería viable ni justo. Por ello es urgente la dignificación de la vida campesina. En la búsqueda de soluciones, también se debe abordar la desigualdad de género, ya que gran parte del trabajo y el sostén de las actividades agrícolas son gracias a las mujeres jóvenes. Debemos seguir impulsando y fortaleciendo el feminismos, que ha incluido el ambientalismo como parte de su movimiento, para eliminar las brechas de desigualdad de género.

En este sentido, tenemos que reconocer la acción colectiva de muchas juventudes y niñez rurales que se enfocan en procesos de protección de la tierra y el ambiente, y asegurar sus necesidades básicas de cuidado y protección. Existe el error de percibir a la niñez y a las juventudes rurales como vulnerables y no como actores potenciales en su propia comunidad. Esta visión es parte de lo que ha subestimado por mucho tiempo a estos grupos, e incluso ha dañado la percepción que tienen de ellos mismos. Incluir a las juventudes en el abordaje de la soberanía alimentaria también debe involucrar procesos que informen y empoderen. Visualizar las fortalezas de las juventudes es propio de la perspectiva de juventudes, pues el objetivo es apoyar a nuestro proyecto de vida, aceptando nuestra diversidad y promoviendo la inclusión.

Luego, estamos las juventudes y niñez que vivimos en las ciudades, muchas de nosotras incluso tenemos una estrecha relación con los pueblos rurales, algunas somos hijas, hijos, nietas o nietos de campesinos. En mi caso así fue, mi padre migró a la ciudad en busca de un mejor futuro, pero conviví con mi abuela y abuelo que son Totonacas y aprendí de su cultura y sobre todo de su gastronomía. Quiero procurar esas tradiciones y esa riqueza cultural que tanto admiro y disfruto. Tenemos que comprender que la soberanía alimentaria involucra a todo el sistema alimentario, incluidas las zonas urbanas. El consumo es parte de dicho sistema, si tú vives en una ciudad puedes incidir en ese aspecto: ser consciente de lo que consumes. Esto último es propio de tener soberanía sobre nuestros cuerpos, sobre nuestros estilos de vida. Cada vez es más complicado estar completamente informadas e informados del origen de nuestros alimentos y poco a poco vamos perdiendo el control de nuestra alimentación, se nos ha impuesto un modelo de consumo. Un acto de lucha por la soberanía alimentaria es apoyar a quienes producen nuestros alimentos, producir para el autoconsumo, fomentar el comercio local, diversificar nuestra gastronomía, recuperar el conocimiento de la cultura con la que nos identificamos.

Me gustaría reconocer a todas las personas jóvenes que en busca de una mejor calidad de vida se unieron al activismo, ya sea para luchar por el acceso a la tierra, por un ambiente más sano, por hacer valer nuestras voces, por querer empoderar a las mujeres, por nuestros derechos o por mejores oportunidades para su comunidad. Gracias a todas esas personas es que muchas juventudes hemos tenido nuestros derechos más firmemente defendidos; gracias a ellas nuestra sociedad es un poco mejor. Lamentablemente a muchas de ellas les arrebataron la vida, pero también seguiremos luchando por ellas.

Me gusta pensar que todas las personas que están leyendo esto quieren hacer de sus comunidades un mejor lugar. Por ello, me gustaría invitarte a participar en la encuesta Mi planeta Mis Derechos y compartir sus desafíos, soluciones y mensajes a los líderes mundiales sobre el medio ambiente y sus derechos. Los resultados contribuirán al Informe de resultados regionales de América del Norte y a una Carta mundial sobre los derechos del niño y el medio ambiente. Personalmente, es muy importante para mí que personas de todos los estados de México puedan hacer oír su voz en este importante proceso.

A continuación, encontrarás una galería de fotografías que muchas personas jóvenes mexicanas quisieron compartir para este artículo, incluyendo imágenes del pueblo en el que crecí, Papantla, Veracruz. La intención es que observes los paisajes y la cultura gastronómica que hay en México ¡en verdad es admirable!

Silvia Yoselín Hernández Basurto es la directora de proyectos en naj hub AC, joven profesional en ciencias de la Tierra y Miembro del Comité Asesor Intergeneracional de la Phoenix Consultation.

 

 

Referencias

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